Número 13
Khitïpxansa. ¿Quiénes somos? Identidad localista, étnica y clasista en los aymaras de hoy
Autor:
Albó, Xavier
Año de edición: 1979
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Año de edición: 1979
Este libro, pionero en la investigación sobre la identidad aymara, ha tenido varias ediciones: la primera en 1977 como Cuaderno de investigación 13 y la segunda como artículo en la revista América Indígena, en 1979.
El texto empieza con un balance sobre “La base económico del mundo aymara actual” y plantea una afirmación fundamental que se hace este pueblo: “Somos de este o de aquel lugar”. El tercer capítulo afirma “Somos indios aymaras” e introduce las variantes posibles: indios, campesinos, aymaras abriendo una interrogante acerca de los cholos. El cuarto capítulo ofrece una información muy rica acerca de “¿Qué piensa cada grupo aymara de sí mismo?”, mostrando diferentes situaciones, tanto en el campo como en la ciudad, desde el que produce para su subsistencia hasta el que produce para el mercado, el minero, el profesor, y respecto a los residentes en la ciudad, el que se olvida de su origen, la nueva subcultura aymara urbana, los grupos de residentes y finalmente, la intelectualidad aymara. Todo lo descrito hasta este punto parte de “las visiones subjetivos que tienen de ellos los aymaras de hoy” (p. 683).
En el último capítulo, el autor quiere reflexionar acerca de cómo estas auto-identificaciones subjetivas se insertan en una lectura de las clases socio-económicas. Para ello, Albó grafica la correlación entre estas dos vertientes en forma de triángulo, que luego analiza. Plantea la idea que existe una clase horizontal que agrupa al conjunto aymara indio campesino, es decir “los de abajo”. Pero este es un triángulo muy complejo puesto que la realidad del pueblo aymara no es una sola y existen muchos matices, sobre todo a partir de las actividades económicas.
También intervienen categorías subjetivas en lo que corresponde a la “clase baja”: indio – aymara – campesino (para el que, en lengua aymara, existe un solo término: jaqi), pero tampoco estas son categorías absolutas. Pero este conjunto parecería formar un grupo entre el que se podría haber desarrollado una “conciencia de clase”, pero esta lectura es insuficiente en tanto es necesario tomar en cuenta los factores socio-económicos de manera complementaria a los étnico-culturales. Este panorama se complica aún más al tomar en cuenta la existencia de redes verticales de dependencia. De acuerdo con el autor, estas categorías subjetivas apelan al lado emocional de los aymaras y corren el riesgo de prestarse a la manipulación. Pero si a eso se añade elementos que aluden a su posición económica, o bien al nacionalismo, “quizás una debida utilización de sus propias categorías subjetivas puede ayudar también al aymara a su propia liberación, más allá de lo que dicen las simples palabras ‘indio’ o ‘aymara’ o ‘campesino’”.
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El texto empieza con un balance sobre “La base económico del mundo aymara actual” y plantea una afirmación fundamental que se hace este pueblo: “Somos de este o de aquel lugar”. El tercer capítulo afirma “Somos indios aymaras” e introduce las variantes posibles: indios, campesinos, aymaras abriendo una interrogante acerca de los cholos. El cuarto capítulo ofrece una información muy rica acerca de “¿Qué piensa cada grupo aymara de sí mismo?”, mostrando diferentes situaciones, tanto en el campo como en la ciudad, desde el que produce para su subsistencia hasta el que produce para el mercado, el minero, el profesor, y respecto a los residentes en la ciudad, el que se olvida de su origen, la nueva subcultura aymara urbana, los grupos de residentes y finalmente, la intelectualidad aymara. Todo lo descrito hasta este punto parte de “las visiones subjetivos que tienen de ellos los aymaras de hoy” (p. 683).
En el último capítulo, el autor quiere reflexionar acerca de cómo estas auto-identificaciones subjetivas se insertan en una lectura de las clases socio-económicas. Para ello, Albó grafica la correlación entre estas dos vertientes en forma de triángulo, que luego analiza. Plantea la idea que existe una clase horizontal que agrupa al conjunto aymara indio campesino, es decir “los de abajo”. Pero este es un triángulo muy complejo puesto que la realidad del pueblo aymara no es una sola y existen muchos matices, sobre todo a partir de las actividades económicas.
También intervienen categorías subjetivas en lo que corresponde a la “clase baja”: indio – aymara – campesino (para el que, en lengua aymara, existe un solo término: jaqi), pero tampoco estas son categorías absolutas. Pero este conjunto parecería formar un grupo entre el que se podría haber desarrollado una “conciencia de clase”, pero esta lectura es insuficiente en tanto es necesario tomar en cuenta los factores socio-económicos de manera complementaria a los étnico-culturales. Este panorama se complica aún más al tomar en cuenta la existencia de redes verticales de dependencia. De acuerdo con el autor, estas categorías subjetivas apelan al lado emocional de los aymaras y corren el riesgo de prestarse a la manipulación. Pero si a eso se añade elementos que aluden a su posición económica, o bien al nacionalismo, “quizás una debida utilización de sus propias categorías subjetivas puede ayudar también al aymara a su propia liberación, más allá de lo que dicen las simples palabras ‘indio’ o ‘aymara’ o ‘campesino’”.
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Desde el inicio de CIPCA la investigación fue parte del proyecto institucional, una acción siempre ligada a la reflexión instituida como forma de trabajo por los jesuitas fundadores. A lo largo de 50 años se han efectuado investigaciones de carácter académico e investigaciones aplicadas para generar información y reflexión internamente y para transmitir y compartir conocimientos con un público más amplio, con miras a incidir en las decisiones de actores públicos y privados relacionados con el desarrollo rural.
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